EPIGRAMA DEL DÍA

"La suerte es una fuerza compensatoria para beneficiar a los más torpes". (Prontuario de supervivencia, Pepe Gómiz)

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FICHA TÉCNICA

Descripción: Este blog es una nanoporción de mí mismo; a mi vez, nanoporción de la humanidad; a nuestra vez, nanoporción del universo; a su vez, nanoporción de un todo perteneciente al supratodo que ni llego a imaginarme.

Herramientas: Los fenómenos de mi experiencia, los noúmenos de mi fantasía, mi literatura, mi música y demás utillaje.

Valoración: De visita muy recomendable.

Expectativas: Tras consultar el DRAE, diré que vergatarias, padrísimas, óptimas.

Conclusión: Sin necesidad de consultar el DRAE, acción y efecto de concluir.

jueves, 10 de junio de 2010

BIENVENIDOS


A los transeúntes:

Un amigo mío se ha brindado a echarme un cable, dando noticia de mi existencia a su numeroso grupo de habituales. Favor que le agradezco, pero que también me preocupa. Así se lo he puesto en un correo: “Voy también a incluir un nuevo post en mi blog tratando de dejar a todos contentos, no sea que entre allí alguien de los que estás invitando a conocerme y enmudezca al comprobar qué bestia parda tienes por amigo”.

Ese “nuevo post” al que me refiero es este que ahora trato de escribir, y confieso que no es fácil. Pero, veréis, yo lo haré fácil. Soy igual que cualquiera de vosotros, ni más dulce ni más amargo, ni más alegre ni más triste, ni más listo ni más tonto, ni más bueno ni más malo, ni más tolerante ni más crítico, ni más ni menos en nada que nadie. Igual. Soy exactamente igual. ¿Dónde está, entonces, la diferencia? ¿Qué me hace temer que pueda alguien considerarme una “bestia parda”? No hay cosa. Lo que pongo a mi amigo en el correo es, como todo lo que hago por Internet, una pose, un recurso literario, una forma, si se quiere, de cortesía social. Pero solo eso. Porque estoy convencido de que toda persona con dos dedos de luces, y en su sano juicio, sabe discernir, aplicando lo que llaman ‘empatía’, entre un loco que escribe y un escritor que finge. Luego, miedo a equívocos no tengo ninguno y holgarían, pues, las explicaciones. Aunque sigo. ¿Dónde está, entonces, preguntaba, la diferencia? Más simple, imposible: Yo he decidido despojarme de casi todas las caretas que vosotros aún lleváis puestas. Esa es la diferencia. Despojaos de ese lastre, y escribiréis lo que yo escribo. Despojaos de ese lastre, y conoceréis al que está detrás de lo que escribo. Despojaos de ese lastre, y experimentaréis la curiosa sensación, tranquilizante para pocos e inquietante para muchos, o al revés, de veros reflejados en aquel que os espantaba, en un desconocido, de veros reflejados, sencillamente, en otro.

Sed bienvenidos, gente con dos dedos de luces y en vuestro sano juicio.


Pepe Gómiz


P. D. Puede alguien pensar: ¿Si en el primer párrafo dices que te preocupa, cómo puedes en el segundo párrafo negar que te preocupa y quedarte tan a gusto, descarado?... Porque finjo, queridos. Porque finjo. Ya lo aclaró Pessoa: “el poeta es un fingidor, y finge tan completamente, que hasta finge que es dolor el dolor que en verdad siente”. Y yo añadiría… “y no siempre”. Y yo añadiría… “y nunca sabréis cuándo”.

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