EPIGRAMA DEL DÍA

"La suerte es una fuerza compensatoria para beneficiar a los más torpes". (Prontuario de supervivencia, Pepe Gómiz)

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FICHA TÉCNICA

Descripción: Este blog es una nanoporción de mí mismo; a mi vez, nanoporción de la humanidad; a nuestra vez, nanoporción del universo; a su vez, nanoporción de un todo perteneciente al supratodo que ni llego a imaginarme.

Herramientas: Los fenómenos de mi experiencia, los noúmenos de mi fantasía, mi literatura, mi música y demás utillaje.

Valoración: De visita muy recomendable.

Expectativas: Tras consultar el DRAE, diré que vergatarias, padrísimas, óptimas.

Conclusión: Sin necesidad de consultar el DRAE, acción y efecto de concluir.

sábado, 20 de agosto de 2011

ENTREVISTA A MI MISIÓN EN LA VIDA



ENTREVISTA A MI MISIÓN EN LA VIDA

—Chata, me traes loco.

—¿Por?

—No sé. Eres medio enigmática.

—A ver. Desarrolla algo eso.

—Sí. Que me desconciertas. Que lo mismo me parece tenerte calada como que no te conozco lo más mínimo.

—Bien. Ese es el juego. Es lo que convinimos antes de que nacieras. ¿No recuerdas?

—No.

—Perfecto. La amnesia funciona.

—¿La amnesia?

—Claro. Toda la información del mundo espiritual es borrada de vuestra memoria al encarnaros en un nuevo cuerpo.

—Entiendo. Y tú y yo lo teníamos acordado de ese modo.

—No solo tú y yo. En general, nadie descubre fácilmente su misión en la vida. Lo normal es morirse ignorándola.

—Pero a veces tengo la sensación de que…

—Y muchos otros. Repito que ese es el juego. Creer que nos habéis encontrado, para decepcionaros después. De esa manera seguís buscando.

—Y aprendiendo, ¿verdad?

—Aprendiendo, por supuesto. Y, lo más importante, haciendo uso de vuestro libre albedrío. Eligiendo unos caminos y descartando otros sin la certeza de estar en lo correcto. Sin la seguridad de alcanzar vuestras metas. Y, ni siquiera, de si son o no las adecuadas.

—Pero, esto que estás llamando ‘juego’, ¿acaso divierte a alguien?

—No. Es útil.

—¿Para quién?

—En principio, para vosotros.

—¿En principio?

—Es lo que te debe preocupar ahora. Aunque, como sospechas, lo que afecta a una parte de la Creación, por insignificante que sea esa parte, afecta a toda la Creación.

—¿Somos los humanos insignificantes?

—No he querido decir eso.

—¿Lo soy yo, entonces?

—Tampoco.

—¿Qué has querido decir, pues?

—Hablo de un gigantesco engranaje en el que todas las piezas se interrelacionan en pie de igualdad. Y, por tanto, lo que es útil para ti lo es también para el engranaje entero.

—¿Incluye ese engranaje a Dios?

—Ese engranaje es Dios.

—Me parece que nos estamos desviando. Lo que pretendo con la entrevista no es otra cosa que conocerte. Conocer mi misión en la vida. Ser capaz de diferenciarte entre miles de opciones. ¿Puede ser?

—Lo lamento. Me está prohibido desvelar mi identidad.

—¿Pensando sacaré, quizás, alguna conclusión?

—Pensar enriquece siempre. ¿Has probado a mirar dentro de ti?

—Mucho. Y nada.

—¿Has preguntado a tus guías?

—No responden.

—Al acostarte, pide que se te mande una señal mientras duermes. Suele funcionar.

—Conmigo no.

—Pues solo queda la opción de una hipnosis regresiva.

—Lo he considerado. ¿Pero no será una medida demasiado directa? ¿Demasiado transgresora?

—En absoluto. La sesión resultará estéril, si así lo deciden en las altas esferas. O arrojará la luz que persigues, si te es concedido el hallarla.

—Es muy probable, en ese caso, que lo intente. Gracias por tu tiempo.

—No hay de qué. Es el tuyo.

—Disculpa. ¿Y el tarot?

—También vale. Cualquier forma de videncia.

sábado, 13 de agosto de 2011

PADRE FELIZ


PADRE FELIZ

Un hombre terriblemente feo aguardaba nervioso el nacimiento de su primer hijo. Ilusionado paseaba sin descanso la sala de espera de la clínica, pero también con una gran preocupación: Cualquiera de sus rasgos que heredara el niño supondría para el pobrecito una dura carga. Tan feo era este hombre. Una enfermera le avisó. Ya podía conocerlo.

Iba temblando. El pulso acelerado apenas le dejaba respirar. Cuando llegó, la madre sostenía en brazos al recién nacido de espaldas a la puerta. Solo pudo verle la cabeza. Bordeó la cama, y al tenerlo enfrente se llevó la mayor sorpresa de su vida: ¡Era de extraordinaria hermosura! Un sucio presentimiento se apoderó de él.

—Este niño es una belleza —dijo—. Y yo soy terriblemente feo.

—Para mí eres el hombre más guapo del mundo —mintió la esposa.

Al hombre le asomó un brillo en la mirada al oír esto. Acercó sus labios. Y besó al hijo de otro, con el orgullo de un padre feliz.

Fin
(Estupideces, Pepe Gómiz)

lunes, 1 de agosto de 2011

EL HOMBRE QUE SABÍA DEMASIADO


EL HOMBRE QUE SABÍA DEMASIADO

—¿Por qué nunca hablas de arquitectura?
—Porque soy arquitecto.

Fin
(Estupideces III, Pepe Gómiz)

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