PADRE FELIZ
Un hombre terriblemente feo aguardaba nervioso el nacimiento de su primer hijo. Ilusionado paseaba sin descanso la sala de espera de la clínica, pero también con una gran preocupación: Cualquiera de sus rasgos que heredara el niño supondría para el pobrecito una dura carga. Tan feo era este hombre. Una enfermera le avisó. Ya podía conocerlo.
Iba temblando. El pulso acelerado apenas le dejaba respirar. Cuando llegó, la madre sostenía en brazos al recién nacido de espaldas a la puerta. Solo pudo verle la cabeza. Bordeó la cama, y al tenerlo enfrente se llevó la mayor sorpresa de su vida: ¡Era de extraordinaria hermosura! Un sucio presentimiento se apoderó de él.
Iba temblando. El pulso acelerado apenas le dejaba respirar. Cuando llegó, la madre sostenía en brazos al recién nacido de espaldas a la puerta. Solo pudo verle la cabeza. Bordeó la cama, y al tenerlo enfrente se llevó la mayor sorpresa de su vida: ¡Era de extraordinaria hermosura! Un sucio presentimiento se apoderó de él.
—Este niño es una belleza —dijo—. Y yo soy terriblemente feo.
—Para mí eres el hombre más guapo del mundo —mintió la esposa.
Al hombre le asomó un brillo en la mirada al oír esto. Acercó sus labios. Y besó al hijo de otro, con el orgullo de un padre feliz.
Fin
(Estupideces, Pepe Gómiz)
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