EPIGRAMA DEL DÍA

"La suerte es una fuerza compensatoria para beneficiar a los más torpes". (Prontuario de supervivencia, Pepe Gómiz)

EPIGRAMAS ANTERIORES

FICHA TÉCNICA

Descripción: Este blog es una nanoporción de mí mismo; a mi vez, nanoporción de la humanidad; a nuestra vez, nanoporción del universo; a su vez, nanoporción de un todo perteneciente al supratodo que ni llego a imaginarme.

Herramientas: Los fenómenos de mi experiencia, los noúmenos de mi fantasía, mi literatura, mi música y demás utillaje.

Valoración: De visita muy recomendable.

Expectativas: Tras consultar el DRAE, diré que vergatarias, padrísimas, óptimas.

Conclusión: Sin necesidad de consultar el DRAE, acción y efecto de concluir.

miércoles, 27 de julio de 2011

LEJOS DE RETIRARSE


LEJOS DE RETIRARSE

Sorprendieron a cierto sujeto saliendo de un burdel.
—Golfo, ¿no dijiste que te habías retirado de las putas?
—Así es. Cambié de domicilio, y ahora me quedan más lejos.

Fin
(Estupideces III, Pepe Gómiz)

martes, 19 de julio de 2011

PASADO PROBABLE



PASADO PROBABLE

Imagino cómo pudo haber sido mi última conversación con Dios:
—¿Tú cuánto puedes aguantar jodido?
—¿Yo? Toda una vida, si hace falta.
—Pues entonces prepárate, que vas a nacer.

Fin
(Estupideces III, Pepe Gómiz)

domingo, 17 de julio de 2011

ENTREVISTA A UNO QUE NO PASA POR MI BLOG


ENTREVISTA A UNO QUE NO PASA POR MI BLOG

—Perdone, caballero. ¿Le importaría concederme una entrevista?

—Quién. ¿Yo?

—Sí.

—¿Por qué?

—Usted no visita mi blog. ¿Verdad?

—No. Ni siquiera sabía que tuviera un blog.

—Pues justo por eso.

—¿Porque no lo visito, o porque no sabía que lo tuviera?

—Por ambas razones. ¿Me concede la entrevista?

—Bueno. Si le sirve para algo…

—Sí. Sí me sirve. Muchas gracias y bienvenido.

—De nada.

—¿Me dice su idioma, profesión, edad y estado civil?

—Mi idioma es el español, soy funcionario, tengo 40 años y estoy casado y con dos hijos.

—Perfecto. Un ciudadano medio de habla española.

—Supongo.

—¿Usa Internet habitualmente?

—Todos los días.

—¿En casa?

—En casa y en el trabajo.

—¿Se conecta, pues, en los dos sitios?

—Sí.

—Aunque en el trabajo estará usted más controlado.

—Claro. Pero, si tengo un rato, aprovecho para mirar mis cosas.

—Bien, bien. ¿Qué suele buscar en la red?

—El correo. Noticias. Música. Vídeos en YouTube. Algo que necesite en Google… Lo normal.

—¿Entra en blogs?

—De vez en cuando.

—¿Está suscrito a alguno?

—No.

—¿Qué espera encontrar cuando se mete en un blog?

—Nada en particular. Algo que sea interesante.

—¿Interesante? ¿Qué es para usted interesante?

—No sé. Algo original. Distinto. Que capte mi atención por algún motivo.

—¿Que capte su atención? ¿A qué se refiere? ¿A asesinatos en directo? ¿A canibalismo? ¿A zoofilia?...

—¡No, hombre! ¿Por quién me toma?

—¿Entonces?

—Qué sé yo. Algo ingenioso. Inteligente. Moderno...

—¿Creativo?

—Sí. También algo creativo.

—En ese caso, hace muy mal no pasando por mi blog.

—Vale. Pasaré por su blog. Pero no se enfade, caramba. Que, ya le he dicho, no sabía que tuviera usted un blog.

—No. Si no me enfado. No me enfado ni con los que pasan y no vuelven. ¿Cómo iba a enfadarme con usted, que ni tenía noticia de su existencia?

—Pues eso.

—Nada más. Muchas gracias por su amabilidad.

—A usted.

—Y le espero. No se olvide.

—Pasaré. Pasaré. Pierda cuidado. Pero disculpe una pregunta.

—¿Sí?

—¿Qué interés tiene en que la gente conozca su blog?

—Lo cierto es que ninguno. No trabajo para la gente, sino para mí. Pero sucede que estoy preparando un libro de entrevistas irreales y, para esta en concreto, finjo ser un bloguero ansioso de visitas. Eso es todo.

—Ah. Estupendo.

sábado, 16 de julio de 2011

ENTREVISTA A LA AUSENCIA


ENTREVISTA A LA AUSENCIA

Habíamos quedado para hacerle la entrevista, pero no ha llegado todavía. Esperaré un poco más y, si no viene, empezaremos sin ella. [...] En fin, comencemos.

—Bienvenida.

—…

—Nada. Que si quieres arroz. ¿Es usted la ausencia?

—…

—Supondremos que lo es. ¿Usted por qué no está nunca? ¿Es, acaso, miedo escénico?

—…

—¿Irresponsabilidad, tal vez?

—…

—¡Oiga, no será desprecio por los demás! Porque eso sí que me parecería inaceptable. Que se creyera usted superior. Vaya. Que nos considerase inferiores. Indignos de su presencia.

—…

—Bien. Espero que no. En cualquier caso, sus razones tendrá, y se le respetan. ¿Qué quería yo comentarle?... Ah, ya recuerdo. Usted se pierde bastantes, por no decir todas. ¿Hay algún acontecimiento en particular al que lamente no haber asistido? No sé. Un natalicio. Una muerte. Una celebración. Cosas así.

—…

—Seguro que lo hay. Y no uno, sino muchos. ¿Verdad?

—…

—Bueno. No le encuentro demasiado sentido a que sigamos con este monólogo. Continuaremos si algún día se digna comparecer. ¡Qué estupidez acabo de decir! Gracias, y que le vaya bien. Y sepa que en ocasiones, según a qué personas y en qué circunstancias, hace mucho daño. Recapacite sobre eso.

—…

—Ya, ya. Por supuesto. También es recibida con entusiasmo cuando lo que esperamos no es agradable. Sí. Que usted no solo es la ausencia de lo bueno, sino también de lo malo. Se le tiene en cuenta. Lo dicho: Gracias y cuídese.

jueves, 14 de julio de 2011

ENTREVISTA A UNA MOSCA


ENTREVISTA A UNA MOSCA

—Oiga, ¿le importaría dejar de volar un momento?

—Bueno. Pero las manos donde yo las vea.

—¡Cómo! ¿Me cree capaz…?

—Le sé. Le sé capaz.

—Se equivoca, ¿eh?

—Al turrón, amigo.

—Claro, claro. Hay prisa. Que usted vive muy poco. Tres días, tengo entendido.

—Tiene entendido mal. Vivo más de un mes.

—Ah, pues mira. No es que sea mucho, pero…

—Pero qué. Cada uno vive lo que vive.

—Por supuesto. Pero un mes…

—En un mes hago lo mismo que tú en cien años.

—Permítame dudarlo.

—Nazco, vivo y muero. ¿No es eso lo que tú haces?

—Ya, pero en medio…

—En medio doy por saco. Como tú.

—¿Que yo doy por saco?

—…

—En fin. Comencemos. Bienvenida.

—Mientes.

—¡Joder con la mosca de los cojones! ¿Vamos, o no vamos a poder empezar la entrevista?

—Es que decirme bienvenida es una idiotez. No soy bienvenida en ningún sitio.

—Lo supongo. Era una mera fórmula de cortesía.

—¡Dónde se habrá visto, cortesías con una mosca!

—Yo las tengo.

—Y matamoscas.

—¿Perdón?

—Que tienes cortesías y matamoscas. ¿No es tuyo ese matamoscas?

—¿Qué matamoscas? Ah, sí. Disculpe. Una desconsideración por mi parte tenerlo ahí. ¿Quiere que se lo enseñe? Lo compré en unos chinos. Tenga. Tenga.

¡¡¡¡¡¡PLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAFFFFFFFFFFF!!!!!!

—Los muertos de la mosca. El coñazo que me estaba dando.

sábado, 9 de julio de 2011

FINGIDORES



FINGIDORES

Un hombre se enamoró perdidamente de una joven que se cruzó en la calle. Estuvo observándola unos meses antes de hablarle:
—¿Y qué me ofrece? —le dijo ella tras escucharlo.
—Mi amor y mi persona. Todo lo que tengo.
Haciendo un gesto de desprecio, la joven se marchó.

Poco después, en compañía de guardaespaldas y recibiendo atenciones de los empleados, el hombre entraba en un hotel de su propiedad.
—Amor mío —lo abordó la joven con uniforme de limpiadora—, ¿por qué no me dijiste que eres rico? Te hubiera querido igual.
—Fingía.
—Yo también.
Haciendo un gesto de desprecio, el hombre se marchó.

Fin
(Estupideces, Pepe Gómiz)

jueves, 7 de julio de 2011

LA NADA NO EXISTE



Digo en el epigrama de hoy:

“La nada existe, al menos, como concepto: Luego es la tapadera de algo aún más insignificante que no alcanzamos a imaginar”…

A lo que añadiría:

… y que tampoco es la verdadera nada, porque, desde que imaginamos la posible existencia de eso que hay bajo la tapadera, lo convertimos en algo: un producto de nuestra imaginación. Tal sucederá cada vez que intentemos el proceso.

La nada, pues, tendría que ser tan inexistente que escapase por completo a nuestra imaginación para ser realmente nada. Empeño inútil, porque el ser humano propende a imaginar bajo cualquier circunstancia.

La única nada, entonces, para nosotros, es una nada espuria llena de hipótesis y conjeturas que impiden la ausencia absoluta. Por tanto, lo que entendemos como nada no es la nada, sino algo a lo que equivocadamente llamamos nada. Si la verdadera nada existe, queda fuera de nuestras capacidades cognitivas, sensoriales e imaginativas. Esto, por un lado. Y por otro, si existe, deja de ser nada.

Ergo, así las cosas, mi entrañal primate, LA NADA NO EXISTE.

martes, 5 de julio de 2011

IX PREMIO 'PEPE GÓMIZ' AL MEJOR MICROCUENTO DE ECONOMÍA



Porque así andamos, y esta fábula lo clava, se acuerda, de manera unánime, conceder el ‘IX Premio “Pepe Gómiz” al mejor microcuento de Economía’ al relato ‘Un solo para dos’ de Pepe Gómiz.

UN SOLO PARA DOS

En el bar:
—¿Nos tomamos un café?
—Bueno, pero tú por tu lado de la taza y yo por el mío.

Fin
(Estupideces III, Pepe Gómiz)

sábado, 2 de julio de 2011

ENTREVISTA A LA VICTORIA



ENTREVISTA A LA VICTORIA

Es recibida en olor de multitud por una plebe ciega y fiel que implora su atención. La heroína sonríe y concede. Acercándose a la valla, firma autógrafos entre empujones, gritos y desmayos de los circunstantes. Es feliz. Se dirige a donde aguardo para entrevistarla. Mientras avanza, saluda de lejos a las turbas, que agradecen el gesto enloquecidas. Llega hasta mí. Dándome la espalda, vuelve a saludar. Me quedo con la mano extendida. Se gira, pero no logro que fije sus ojos en los míos. Recuerdo aquello de “más vale un bombón para muchos…”. Y comienzo.

—Me repugnas.

—Típico de un perdedor —responde sin inmutarse, dándome de nuevo la espalda.

—¿Perdedor? Me parece a mí que tú tienes mucha jeta y mucha suerte.

—¡?

—En primer lugar, para ser un perdedor hay que competir, y yo no he competido...

—¡Falso!

—… Y en segundo lugar, eso de que ganar sea lo bueno habría que discutirlo. Porque no sé yo qué tiene de meritorio vencer a otros. No sé, siquiera, qué tiene de interés medirse con otros. Lo encuentro incluso poco saludable.

—Serás el único. A todo el mundo le gusta medirse con otros y vencerlos.

—¿A todo el mundo, o a la escoria del mundo?

—A la mayoría del mundo.

—A una mayoría no evolucionada.

—Pues, precisamente, superarse es la base de la evolución.

—Tú lo has dicho. Superarse. Verbo reflexivo. La evolución se alcanza luchando con uno mismo. Aprendiendo de uno mismo. De los aciertos propios. Y de los errores propios. Perdiendo con uno mismo. Y venciéndose a uno mismo. No a los demás.

—Discrepo por completo. Si luchas siempre con el mismo adversario, desaparece el factor sorpresa, caes en la rutina y las contiendas pierden su efecto aleccionador.

—¿Piensas, acaso, que tengo dentro de mí un solo adversario?

—A menos que sufras de trastorno multipolar, sí.

—¡Qué retorcida conclusión es esa! Sepa usted, señora mía, que no sufro de ningún trastorno multipolar, y sí, en cambio, me habita un ejército de adversarios, a cuál más peor intencionado. Un ejército de cabrones de colmillos retorcidos, que me mantienen permanentemente en guardia e ideando mil y una formas nuevas de vencerlos. No tengo necesidad alguna de salir de mí para superarme.

—A pesar de ello, eres un perdedor. Porque luchas contra ti mismo, y contra ti mismo pierdes. Y da igual contra quién luches. Lo que importa es que pierdes.

—¡Pero sin herir a nadie!

—¿Era eso? ¿Es no herir a otros lo que te preocupa? ¿Qué crees que hará contigo quien te venza, sino airear despiadado su victoria olvidándose de cómo te sientas? El que compite sabe a qué se expone. Si triunfa, humillará al oponente. Si pierde, será él el humillado. Son las reglas. De las derrotas se aprende, y ese aprendizaje solo se alcanza compitiendo.

—¡Palabrería! No estoy dispuesto a servirme del sufrimiento ajeno. Detesto a los que levantan el puño poseídos por la vanidad. A los que buscan el éxito con vergonzoso amor propio. A los que anteponen la victoria a cualquier otra consideración. Son bestias primitivas, de almas toscas y conciencias romas. No. Jamás perteneceré a ese rebaño. Y se acabó la entrevista. Despides un hedor nauseabundo que va a hacerme vomitar.

Igual no me ha escuchado esto último, porque se ha largado.

—¡Que despides un hedor nauseabundo…!

Ya está otra vez firmando autógrafos. Bah. Que les den a la victoria y a quienes le rinden pleitesía.

viernes, 1 de julio de 2011

FELICIDAD INCOMPLETA


FELICIDAD INCOMPLETA

Dos vagabundos hablaban:
—Qué feliz soy con mi mujer, mis hijos, mi casa, mi coche, mi trabajo, aquí, a la luz de la Luna…
—A la luz de la Luna, estamos —dijo el otro—. Pero ¿y todo lo demás?
—Tienes razón. Eso es lo único que me falta.

Fin
(Estupideces III, Pepe Gómiz)

CONTACTO

  • pepegomiz@msn.com

DATOS PERSONALES

SEGUIDORES (pulsa F5 si no aparecen)