CITA A CIEGAS
Un hombre y una mujer llevaban meses chateando, y acordaron tener su primera cita. Decidieron que contactarían en cierta calle de la ciudad, caminando en direcciones opuestas y ambos vestidos de rojo para poder reconocerse. Si cualquiera de los dos encontrase atractivo al otro debía pararse. En caso contrario, seguiría andando. Llegó el día en cuestión. El hombre pidió a un amigo vestirse de rojo para acompañarle, yendo él de otro color. Y quiso la casualidad que la mujer tuviese una idéntica ocurrencia, de modo que la amiga que la acompañaba iba vestida de rojo, y no ella. Caminaban las parejas al lugar acordado en direcciones opuestas. Se fueron acercando hasta coincidir, y siguieron adelante sin que nadie se parase. El encuentro había sido un fracaso.
Esa noche volvieron a chatear. —«No me has gustado» —dijo la mujer—. «Pero quisiera que me presentases al amigo que iba contigo». El hombre contestó: —«Tú a mí tampoco. Pero me enamoré de tu amiga nada más verla».
Fin
(Estupideces III, Pepe Gómiz)
No hay comentarios:
Publicar un comentario