EL PUNTO
Un punto con una grave crisis existencial fue a ver al dios de la Geometría.
—¿Qué te trae? —preguntó este.
—Soy uno de tantos puntos de una recta cualquiera, y me siento ninguneado. Quiero otra cosa —contestó.
—A ver. Déjame pensar —dijo el dios—. ¿Te parece bien un punto de intersección?
—Hum… Tampoco —respondió el punto.
—¿Un vértice de pirámide? ¿Un centro de circunferencia?
—No, no, eso no. Un punto del infinito, quizás —propuso el punto.
—Pero eso no es un punto, es una dirección —le aclaró el dios de la Geometría.
—Ya. Bueno, gracias —dijo el punto despidiéndose.
Fue entonces a ver al dios de la Ortografía.
—¿Qué te trae? —preguntó.
El punto expuso su problema.
—Lo mejor que puedo ofrecerte es un punto final o un punto y aparte —dijo el dios de la Ortografía—. Son de mucha importancia.
El punto dudaba.
—Tenemos los puntos suspensivos, los dos puntos… Tú dirás.
En esto, acertó a pasar una hermosa coma por donde estaban, y el punto se enamoró de ella nada más verla. Percatado el dios, llamó a la coma y los presentó, convirtiéndose la pareja desde ese instante en uno de los puntos y coma más felices que se recuerdan.
Fin
(Estupideces, Pepe Gómiz)
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