EPIGRAMA DEL DÍA

"La suerte es una fuerza compensatoria para beneficiar a los más torpes". (Prontuario de supervivencia, Pepe Gómiz)

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FICHA TÉCNICA

Descripción: Este blog es una nanoporción de mí mismo; a mi vez, nanoporción de la humanidad; a nuestra vez, nanoporción del universo; a su vez, nanoporción de un todo perteneciente al supratodo que ni llego a imaginarme.

Herramientas: Los fenómenos de mi experiencia, los noúmenos de mi fantasía, mi literatura, mi música y demás utillaje.

Valoración: De visita muy recomendable.

Expectativas: Tras consultar el DRAE, diré que vergatarias, padrísimas, óptimas.

Conclusión: Sin necesidad de consultar el DRAE, acción y efecto de concluir.

domingo, 20 de febrero de 2011

LA VISITA



Esta mañana han tocado al porterillo.
—¿Don José?
—¡Hombre, Paquito! Sube.
Con urgencia me he quitado el apestoso batín, he sustituido por unos náuticos las zapatillas agujereadas, he puesto algo de orden en los cuatro pelos que me quedan y he abierto la ventana para que saliese el tigre. Faltó pasar una escoba, pero el poco tiempo que tarda un ascensor en recorrer cuatro plantas no permite a mi protocolo de actuación para visitas intempestivas mayores alegrías. Nos hemos dado un abrazo con golpecito en la espalda.
—¿Huele mal al entrar?
—Se nota el ambiente cargado, pero solo eso.
Era la primera vez que Paquito venía a mi casa, y me hubiera gustado recibirlo como se merece. Nunca me salen las cosas, caramba.
—¡Qué agradable sorpresa, Paco! ¡Cuánto bueno!
—Ya ve, don José. Me he dicho: ¿Se habrá muerto este hombre? Es que lleva usted todo el año sin pisar por allí.
—Ni pisaré, Paquito. Desde el dos de enero se acabaron los bares. Para los restos.
—¡Hombre, don José, parece mentira! ¿Por la ley antitabaco?
—Sí, señor. Por la ley antitabaco. ¿O voy a dejar yo de fumar porque se le plante en el coño a una tía?
—Pero si puede usted fumar en la terraza.
—¡Ni terraza, ni hostias, Paco! ¡Fumo donde me da la gana! ¿Es que soy un perro para estar a la intemperie?
—¿A la qué?
—En la calle, Paquito. En la puta calle.
—Pero si en la terraza se está tan a gusto.
—Se está tan a gusto si elige uno voluntariamente estar en la terraza, pero no porque se te impone estar en la terraza. Son cosas distintas.
—Ya, ya.
—A eso, Paquito, se le llama totalitarismo, que es el régimen que tenemos en España.
—¿Totalitarismo?
—Sí. Una dictadura.
—No, don José. Tenemos democracia.
—¡Qué leches democracia! Eso es lo que os hacen creer. Tendríamos democracia si la gente que vota fuese culta, gente documentada, informada, gente capaz que supiera a quién vota, por qué vota y cuáles van a ser las consecuencias de su voto. Pero no gente que vota a unos porque los otros son fachas, o porque este es más guapo que aquel, o porque lo dice "el papa", que sigue votando a Felipe sin enterarse de que Felipe ya no está en las listas, o por vete a saber qué otras estúpidas razones. Habría que superar un examen para llegar a ser votante. Demostar la solvencia y la sensatez necesarias para decidir mediante el voto el futuro de una nación. Si lo hiciéramos así, se quedarían sin escaños algunos que yo me sé, y no estaríamos como estamos.
—¿Los socialistas?
—No señalo a nadie.
—Son los socialistas, seguro.
—Pero mientras eso no pase, los golfos de la clase política tienen abierto un filón para seguir estafando a los ciudadanos ingenuos que delegan en ellos. Porque delegan desde la ignorancia. Por inercia o engañados, pero siempre desde el desconocimiento absoluto. Y, claro, primero votan y después se llevan los palos. Y lo peor es que no asocian voto con palo, y siguen votando lo mismo. ¿Entiendes?
—Sí.
—¡Examen, Paquito!
—Examen.
—A ver. Usted, que no sabe hacer la o con un canuto. ¿Por qué ha votado a este? No sé. ¿No sabe? Pues hay que saberlo, amigo. Su voto es nulo. ¡El siguiente! ¿Pero cómo que nulo? Sí, señor. Nulo porque usted es un ignorante y el futuro de la nación no puede ser decidido por ignorantes. Culturícese y vuelva cuando esté preparado. ¡El siguiente! Así tendrían que ser las democracias.
—Claro, claro.
—Y, además, como sucede en los totalitarismos, minan la capacidad de reacción, de reivindicación, de protesta del ciudadano. Al ciudadano se lo están cargando. Lo están transformando en un robot. En una suerte de autómata que consiente todo. En un engendro incapaz de pensar ni decidir. Como a ellos les conviene. ¿Por qué, si no, os habéis cruzado de brazos los hosteleros permitiendo esta ley tiránica? Dime. ¿Por qué no os habéis lanzado contra ella como fieras, aun sabiendo que os perjudicaría el bolsillo? ¿Por qué no ha habido una rebeldía masiva contra semejante atropello? ¿Eh? ¿Por la salud? Ya. Pícamelo menudo, que es para la cachimba. La salud os importa un pimiento. Yo te diré por qué. Porque han conseguido alienaros. Que os creáis sin derechos. Que renunciéis al análisis. A la crítica. A la lucha. Que os parezca un delito tener opiniones propias y tomar decisiones propias. Que os dé miedo decantaros. Significaros. Ir en contra.
—Como a ellos les conviene.
—Exacto. Por eso os habéis tragado la ley con sopas. Y por eso no pienso volver a un bar. Porque no le sigo el juego a esos canallas manipuladores que os han convertido en borregos.
—Y que ninguna tía le dice dónde puede o dónde no puede fumar, ¿verdad, usted, don José?
—Verdad, Paquito.
Hoy no me pidió ‘la palabra de hoy’. Lo hará otro día. En el bar, seguramente. Porque Paquito es mi amigo y estos cabrones pretenden dejarnos hasta sin amigos. No lo voy a consentir.

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