ENTREVISTA AL RETRETE
—Sea bienvenido.
—Qué tal lo llevas.
—Disculpe, pero no recuerdo haberle autorizado a tutearme.
—¡Mira el fino este!... ¡Como si no nos conociéramos!
—Tengo un epigrama que dice: “En el mundo de los objetos, ser retrete es una vergüenza”. ¿Está de acuerdo?
—Al ciento por ciento.
—Sin embargo, usted presta un gran servicio a la comunidad.
—Pues sí, pero la gente es muy mala.
—¿La gente?
—Los demás objetos.
—Ajá. ¿Y la gente no?
—Duele menos.
—Claro. Hiere más la sangre propia. Centrándonos, pues, en los objetos, ¿le gastan bromas?
—Continuamente.
—¿De qué tipo?
—Siempre están con lo de ‘mucha mierda’.
—Eso significa 'suerte'.
—Significará suerte si se lo dicen a un Steinway & Sons antes de un concierto. Pero que me lo digan a mí es puro recochineo.
—Entiendo. ¿Prefiere hombres o mujeres?
—Lo mismo hacen unos y otras.
—¿No son, quizás, las mujeres algo más modositas?
—Si yo te contara…
—Bueno, tiene su lógica: Si comen igual, parece razonable que caguen igual.
—A ver.
—¿Estreñidos o sueltos?
—Sueltos. Que pase pronto el mal trago.
—Pero lo ensucian todo.
—Se tira de la cadena.
—¿Nos distingue por los culos?
—Sí. Y el tuyo es muy feo. Además, estás podrido, cabrón.
—Oiga. Si le molesta la entrevista, podemos dejarla.
—No, no. Sigue. Está simpática.
—No sigo, no. Me has ofendido. ¿Y sabes una cosa?
—…
—¡Que pienso tomarme una caja entera de laxantes, imbécil!
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