ENTREVISTA A UNO CON TRABAJO
—Bienvenido.
—Gracias.
—¿Me permite tocarlo?
—¡Pero oiga…!
—¿De verdad que tiene usted trabajo?
—Sí.
—¿Con su sueldo y todo?
—Que sí, hombre. ¡Pero deje de sobarme…!
—¿Y desde hace mucho?
—Desde que cumplí los dieciséis.
—¡Ay, Dios mío!
—¡Que me suelte, coño!
—No, no, disculpe. No me malinterprete. Es que no se imagina cómo le admiro.
—Pues muy bien. Pero las manos quietas. ¿Cuál es su oficio?
—Arquitecto.
—Caramba. Lo siento.
—No se preocupe. Estoy acostumbrado. Y, dígame, ¿paga usted sus facturas religiosamente?
—Siempre en fecha.
—¿Hipoteca incluida?
—Por supuesto.
—Qué barbaridad. ¿Y tiene los recibos domiciliados y el banco no se los devuelve?
—Así es.
—¿Nunca?
—Nunca. ¡Que no me toque!
—¿Fuma usted?
—Sí.
—De picadura.
—No. Liado.
—¿Liado? ¡La madre que…! ¿Y se toma sus cervecitas de vez en cuando?
—A ver.
—Y se permite comprar algún caprichito que otro…
—Claro. ¡Que le sacudo, eh!
—Y, bueno, esto ya sí que no… ¿Viaja por vacaciones?
—Todos los años.
—…
—¡Aparte, vicioso! ¡Qué me está llenando de babas! ¡Guardia! ¡Guardia!...
No hay comentarios:
Publicar un comentario