
COMENSALES ENVIDIOSOS
En el restaurante, un formidable eructo impresionó a los comensales.
—¡Huy! —dijo la mujer— Que tiene gases mi niño. ¿Te has quedado agustito, hermoso?... ¿Más? ¿Quiere mi “ñiño” eructar más? A ver, a ver, ay, ay, ay…
—¡WWWWOOOOOOORRRRRRRRRGGGGGGFFFFF!
—¡Huy, qué bien, mi niño!
El chef se acercó a la mesa:
—Disculpen. De veras lo siento, pero me temo que deben marcharse. Los clientes se quejan.
—Vámonos de aquí, querida —dijo el hombre a su esposa—. Nuestra felicidad despierta envidias.
Fin
(Estupideces, Pepe Gómiz)
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