(Publicado en mi blog antiguo el sábado 6 de junio de 2009)
Me terminé la jarra.
- ¿Otra, don José?
- Que me place.
- ¿Cómo?
- Que me agrada. Que sí.
- Vale.
- Oye, Paquito. ¿Tú sabes que el verbo "placer" es de lo más curiosos de nuestro idioma?
- ¿Qué verbo?
- "Placer". Porque tiene unas variantes en su conjugación que son hermosísimas.
- No le entiendo.
- Por ejemplo: "Quiera Dios que me salve". ¿Cómo se dice eso con el verbo "placer"?
- Ni idea.
- "Plazca a Dios que me salve". ¿No es así?
- Será.
- Pues, antiguamente, decían: "Plega a Dios que me salve".
- ¡En la Virgen!
- La forma "plega" no se acepta hoy como correcta, pero "plugo", "pluguiera o pluguiese" y "pluguiere" sí.
- ¡Hosti, qué follón!
- Follón no, Paquito. Herramientas. Los escritores somos artesanos de la palabra. Y, como cualquier artesano, hemos de tener herramientas burdas, para los trabajos más groseros, y otras finas, para los trabajos más delicados.
- Si es que me pone usted la cabeza como un bombo...
- ¡En qué quedamos, Paquito! ¿Eres, o no eres, del oficio?
- Claro.
- Pues, entonces, hombre. Todo esto tienes que saberlo.
- Es verdad. Perdone, don José.
Me terminé la jarra.
- ¿Otra, don José?
- Que me place.
- ¿Cómo?
- Que me agrada. Que sí.
- Vale.
- Oye, Paquito. ¿Tú sabes que el verbo "placer" es de lo más curiosos de nuestro idioma?
- ¿Qué verbo?
- "Placer". Porque tiene unas variantes en su conjugación que son hermosísimas.
- No le entiendo.
- Por ejemplo: "Quiera Dios que me salve". ¿Cómo se dice eso con el verbo "placer"?
- Ni idea.
- "Plazca a Dios que me salve". ¿No es así?
- Será.
- Pues, antiguamente, decían: "Plega a Dios que me salve".
- ¡En la Virgen!
- La forma "plega" no se acepta hoy como correcta, pero "plugo", "pluguiera o pluguiese" y "pluguiere" sí.
- ¡Hosti, qué follón!
- Follón no, Paquito. Herramientas. Los escritores somos artesanos de la palabra. Y, como cualquier artesano, hemos de tener herramientas burdas, para los trabajos más groseros, y otras finas, para los trabajos más delicados.
- Si es que me pone usted la cabeza como un bombo...
- ¡En qué quedamos, Paquito! ¿Eres, o no eres, del oficio?
- Claro.
- Pues, entonces, hombre. Todo esto tienes que saberlo.
- Es verdad. Perdone, don José.
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