(Publicado en mi blog antiguo el viernes 22 de mayo de 2009)
Hoy se ha pasado a verme por el bar un buen amigo. Nos conocemos de hace mucho, y hemos hablado en confianza.
- ¿Y qué te parece, Pepe, que se hayan empeñado en que Norman Foster haga el Pabellón de Congresos, habiendo tantos arquitectos en Almería?
- Tantos arquitectos, y comiéndonos los mocos.
- Por añadidura.
- Pues qué me va a parecer. Una canallada y una traición propias de catetos sin escrúpulos. Tú imagínate que tienes que ir con tu mujer a una fiesta, y llevas a otra porque está más buena. Y, ojo, que como lleves a tu mujer te acusan, encima, de proteccionismo.
- ¡La palabra maldita!
- A mí nadie me ha puesto a prueba para que demuestre mi talento con ese pabellón. Sencillamente, dan por hecho que no lo tengo. Estos necios llaman a Foster de primeras, y le dejan diseñar lo que se le antoje, en el terreno que mejor considere, con el presupuesto que él decida y pasándose la normativa, el principal obstáculo para hacer buena arquitectura, por donde tenga a bien pasársela. Así, cualquiera se luce.
- Lo entiendo. Si te dieran a ti esa libertad, ¿qué harías?
- Hombre, hay que ponerse, pero una idea clara de partida es medio proyecto.
- ¿Qué idea sería esa?
- El edificio ha de entrar forzosamente en el agua.
- ¿Y la Ley de Costas?
- A Foster se la suda.
- Ya.
- Por otro lado, Almería significa "espejo del mar". Luego el mar debe reflejarse en el pabellón. Pero no solo en cuanto a imagen, que eso se consigue eligiendo los materiales apropiados en fachada, sino en cuanto a intenciones, empleo de simbologías, lenguaje formal y volumétrico, gestos de otro tipo... qué sé yo. Te digo que hay que ponerse. A veces, en un simple trazo está todo. Ese trazo, que lo dibuje él, en su condición de rey supremo de la "fostercracia" que gobierna en "catetolandia".
A escasos metros, Paquito, con la antena puesta, no perdía detalle.
Hoy se ha pasado a verme por el bar un buen amigo. Nos conocemos de hace mucho, y hemos hablado en confianza.
- ¿Y qué te parece, Pepe, que se hayan empeñado en que Norman Foster haga el Pabellón de Congresos, habiendo tantos arquitectos en Almería?
- Tantos arquitectos, y comiéndonos los mocos.
- Por añadidura.
- Pues qué me va a parecer. Una canallada y una traición propias de catetos sin escrúpulos. Tú imagínate que tienes que ir con tu mujer a una fiesta, y llevas a otra porque está más buena. Y, ojo, que como lleves a tu mujer te acusan, encima, de proteccionismo.
- ¡La palabra maldita!
- A mí nadie me ha puesto a prueba para que demuestre mi talento con ese pabellón. Sencillamente, dan por hecho que no lo tengo. Estos necios llaman a Foster de primeras, y le dejan diseñar lo que se le antoje, en el terreno que mejor considere, con el presupuesto que él decida y pasándose la normativa, el principal obstáculo para hacer buena arquitectura, por donde tenga a bien pasársela. Así, cualquiera se luce.
- Lo entiendo. Si te dieran a ti esa libertad, ¿qué harías?
- Hombre, hay que ponerse, pero una idea clara de partida es medio proyecto.
- ¿Qué idea sería esa?
- El edificio ha de entrar forzosamente en el agua.
- ¿Y la Ley de Costas?
- A Foster se la suda.
- Ya.
- Por otro lado, Almería significa "espejo del mar". Luego el mar debe reflejarse en el pabellón. Pero no solo en cuanto a imagen, que eso se consigue eligiendo los materiales apropiados en fachada, sino en cuanto a intenciones, empleo de simbologías, lenguaje formal y volumétrico, gestos de otro tipo... qué sé yo. Te digo que hay que ponerse. A veces, en un simple trazo está todo. Ese trazo, que lo dibuje él, en su condición de rey supremo de la "fostercracia" que gobierna en "catetolandia".
A escasos metros, Paquito, con la antena puesta, no perdía detalle.
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