(Publicado en mi blog antiguo el lunes 15 de junio de 2009)
Nunca estuvo la honradez tan depreciada, ni el golfeo tan en alza. Asistimos al hundimiento de las gentes de orden, mientras suben como la espuma los facinerosos. Ni en el más optimista de sus sueños, pensó jamás la poca vergüenza verse tan de buen año: que pasaría de la mazmorra al palacio, del patíbulo al trono, del desprecio a la veneración, de la nada insignificante a la espectacular apoteosis... ¡Qué injusto cambio! Entretanto, se espera de nosotros que, como mansos borregos, callemos y otorguemos. ¡Una mierda para sus muertos! La poca vergüenza es intolerable, y así se lo hago saber a quienes la ejercen. Pero escuchemos a esta pájara:
- Bienvenida.
- De eso, ni hablar. Pienso querellarme. No imaginas los problemas que he tenido para venir a esta entrevista. Ya te pasaré la factura.
- ¡Cómo! ¿Pero es que me piensa cobrar?
- A ver. ¿O creías que esto es gratis? No, hijo, no. Que estoy yo dejando de ganar mucho dinero por estar aquí.
- Maldita sea mi estampa...
- Oye, ¿puedo tomar algo?
- Claro. ¿Quiere un café?
- ¿No tienes, mejor, unas gambas y un poquito de jamón?
- ¿Jabugo?
- Vale. Pero solo si tiene buen corte. Que, a mí, la mucha grasa...
- ¡Buen corte te daba yo en el pescuezo, cabrona! ¡Vamos a la entrevista!
- Antes de que se me olvide, necesito tu móvil. Es por lo de la querella. Llámame tú, y así se me queda grabado.
- No puedo. Tengo restringidas las llamadas. Llámeme usted, y así se me graba el suyo.
- No, no. Mejor lo apunto. ¿Me dejas un bolígrafo?
- Aquí tiene el bolígrafo.
- Vale... A ver... Ya está. ¡Listo!
- ¿Me devuelve el bolígrafo?
- ¿Qué bolígrafo?
- El que se ha guardado.
- Anda, es verdad. Qué cabeza.
- Ya. ¿Podemos comenzar?
- ¿Pero qué estoy viendo? ¿Un diccionario de la Real Academia, decimocuarta edición? Me lo tienes que dejar, ¿eh?
- Le voy a dejar una leche. ¿Podemos comenzar?
(CONTINUARÁ)
Nunca estuvo la honradez tan depreciada, ni el golfeo tan en alza. Asistimos al hundimiento de las gentes de orden, mientras suben como la espuma los facinerosos. Ni en el más optimista de sus sueños, pensó jamás la poca vergüenza verse tan de buen año: que pasaría de la mazmorra al palacio, del patíbulo al trono, del desprecio a la veneración, de la nada insignificante a la espectacular apoteosis... ¡Qué injusto cambio! Entretanto, se espera de nosotros que, como mansos borregos, callemos y otorguemos. ¡Una mierda para sus muertos! La poca vergüenza es intolerable, y así se lo hago saber a quienes la ejercen. Pero escuchemos a esta pájara:
- Bienvenida.
- De eso, ni hablar. Pienso querellarme. No imaginas los problemas que he tenido para venir a esta entrevista. Ya te pasaré la factura.
- ¡Cómo! ¿Pero es que me piensa cobrar?
- A ver. ¿O creías que esto es gratis? No, hijo, no. Que estoy yo dejando de ganar mucho dinero por estar aquí.
- Maldita sea mi estampa...
- Oye, ¿puedo tomar algo?
- Claro. ¿Quiere un café?
- ¿No tienes, mejor, unas gambas y un poquito de jamón?
- ¿Jabugo?
- Vale. Pero solo si tiene buen corte. Que, a mí, la mucha grasa...
- ¡Buen corte te daba yo en el pescuezo, cabrona! ¡Vamos a la entrevista!
- Antes de que se me olvide, necesito tu móvil. Es por lo de la querella. Llámame tú, y así se me queda grabado.
- No puedo. Tengo restringidas las llamadas. Llámeme usted, y así se me graba el suyo.
- No, no. Mejor lo apunto. ¿Me dejas un bolígrafo?
- Aquí tiene el bolígrafo.
- Vale... A ver... Ya está. ¡Listo!
- ¿Me devuelve el bolígrafo?
- ¿Qué bolígrafo?
- El que se ha guardado.
- Anda, es verdad. Qué cabeza.
- Ya. ¿Podemos comenzar?
- ¿Pero qué estoy viendo? ¿Un diccionario de la Real Academia, decimocuarta edición? Me lo tienes que dejar, ¿eh?
- Le voy a dejar una leche. ¿Podemos comenzar?
(CONTINUARÁ)
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